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Considero que nuestros sufrimientos presentes no son dignos de comparación con la gloria que se revelará en nosotros.
Romanos 8:18

NADA SE COMPARA

Imagínese tres habitaciones idénticas. Cada habitación está ocupada por una persona. Les dices a los tres individuos: “Permanecerán en esta habitación durante doce meses. Cada semana trabajarás ochenta horas. El trabajo será alegre y satisfactorio.

Pero en momentos aleatorios, por razones inexplicables, durante períodos de tiempo impredecibles, tu trabajo será frustrantemente duro”.

Le dices al primero: «Sigue así y al final del año recibirás un salario anual de 10.000 dólares».

Al segundo, “aguanta el año y recibirás un salario anual de 100 millones de dólares”.

Al tercero le dices: “Trabaja duro, te quedan doce meses de vida”.

Pones a cada uno de ellos en sus habitaciones personales y se ponen a trabajar.

Después de un mes, el primer sujeto abandona. La recompensa no valió la frustración. El tercer tema no dura ni un día. “Si sólo me quedan doce meses de vida, voy a aprovechar al máximo el tiempo que me queda”. Sin embargo, el segundo sujeto sigue trabajando con alegría y termina los doce meses con una sonrisa en el rostro.

¿Qué marca la diferencia? Cada persona tenía las mismas circunstancias. Sin embargo, cada uno tenía la promesa de una recompensa diferente. Cuanto mayor sea la recompensa, más resiliente será el trabajador. Y sin recompensa, ¿por qué sufrir en el trabajo?

El sufrimiento es una realidad de la vida. Todos lo experimentamos. Pero aquellos que conocen a Jesús como su Salvador del pecado que promete vida eterna en un paraíso perfecto pueden estar seguros de que todo lo que sufren en esta vida no es nada comparado con los gozos que experimentarán en la próxima vida.

El apóstol Pablo dice que la situación actual (las frustraciones, los temores y los fracasos momentáneos) tiene un límite de duración. Cuando Cristo regrese, hará nuevas todas las cosas. Un cielo y una tierra nuevos. Una nueva vida. Un nuevo tú.

Dios te conceda que puedas captar la alucinante magnificencia de la eterna recompensa de la gracia de Dios. Entonces todos tus sufrimientos actuales se sentirán tan ligeros como una pluma.

Oración:
Padre Celestial, cuando deba sufrir mis cruces, mantenme enfocado en la victoria obtenida para mí por Cristo y su cruz. Amén.

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