La IA: Reflexión, Riesgos y Futuro Humano

De Interés Samaná
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La inteligencia artificial (IA), que alguna vez pareció ser un concepto exclusivo de la ciencia ficción, ya es parte de nuestra realidad y plantea desafíos que van desde la manipulación hasta cambios profundos en la educación y el mercado laboral. Mariano Sigman, neurocientífico y autor del libro «Artificial: La nueva inteligencia y el contorno de lo humano», reflexiona sobre estas transformaciones y lo que implican para nuestra sociedad.

Sigman, conocido por su trabajo en el Human Brain Project, explica que la IA despierta emociones encontradas: fascinación por sus capacidades y temor por su impacto. A diferencia de otras tecnologías que reemplazan habilidades físicas, la IA toca aspectos más abstractos y humanos, como la creatividad, las emociones y el razonamiento, desafiando nuestra percepción de lo que nos hace únicos.

El avance de la IA ha sido especialmente rápido en los últimos años, lo que dificulta reflexionar sobre sus implicaciones. Sigman señala que esta velocidad genera una sensación de descontrol e imprevisibilidad. Ejemplos como ChatGPT, que surgió a partir de problemas de traducción, muestran cómo estas herramientas pueden superar expectativas y transformar radicalmente la forma en que interactuamos con la tecnología, algo comparable al impacto inicial de la energía nuclear.

Un punto clave en el análisis de Sigman es que los riesgos reales de la IA no están en un futuro apocalíptico de ciencia ficción, sino en problemas inmediatos y concretos. Entre ellos, menciona la manipulación de la voluntad, la creación de desigualdades económicas, el sedentarismo cognitivo y la posibilidad de usos bélicos o catastróficos. Sin embargo, no ve útil caer en el pánico; más bien, aboga por la atención activa y la toma de decisiones responsables.

Para Sigman, la forma en que nos relacionemos con la IA será crucial. Propone un acercamiento sin prejuicios y con curiosidad, explorando sus posibilidades sin perder de vista sus limitaciones. En su opinión, la IA no debe ser vista como una amenaza externa, sino como una extensión de lo humano. Así como la tecnología puede potenciar nuestras capacidades, también puede reflejar nuestras carencias, como los conflictos y la polarización.

Un desafío que resalta es el riesgo de «sedentarismo cognitivo»: la delegación excesiva de nuestras capacidades intelectuales a la tecnología. Por ejemplo, si confiamos en herramientas como ChatGPT para resolver problemas sin analizarlos, nuestra capacidad de razonamiento podría atrofiarse con el tiempo. Sigman insiste en la importancia de utilizar estas herramientas como apoyo, no como sustituto del esfuerzo mental.

Finalmente, plantea que la IA es un espejo de nuestras decisiones colectivas. Su impacto dependerá de cómo decidamos integrarla en la sociedad y qué valores prioricemos. Más allá de los temores, Sigman sugiere que el verdadero desafío no está en evitar que la IA nos ataque, sino en decidir qué uso le damos y cómo garantizamos que sus beneficios sean equitativos y éticos. La responsabilidad no recae en las máquinas, sino en los humanos que las diseñan y utilizan.

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